Diario Vasco
Bauke Mollema llegó a la meta del Boulevard en solitario para ganar la Clásica.
Bauke Mollema llegó a la meta del Boulevard en solitario para ganar la Clásica. / KARLIS

clásica de san sebastián

«Controla todo, es muy organizado y vive para el ciclismo»

  • Haimar Zubeldia y Josu Larrazabal, su preparador y director, hablan de Bauke Mollema, un ciclista especial

Cada ciclista, cada deportista, es un mundo diferente. Bauke Mollema (Groningen, 29 años) el vencedor de la Clásica de San Sebastián es todo eso y mucho más, un ciclista que lleva al límite su profesión, su preparación, las consecuencias de una vida totalmente centrada en su profesión.

Hay dos corredores en su equipo que saben lo que es ganar la Clásica de Donostia con dos compañeros distintos, Haimar Zubeldia y Markel Irizar, que comparten equipo con él y también lo compartían con Tony Gallopin, el ganador en 2013.

A Zubeldia se abrazó Mollema nada más cruzar la línea de meta: «Cuando acabó el Tour le dije que el viernes estaría en San Sebastián para ver todo lo que quisiera de la carrera y el viernes a las once estaba en el hotel para llevarle a ver todo», explica Haimar, que seguirá una temporada más en el equipo Trek. «Se merecía ganar. Se hizo justicia. Después de lo que le pasó en el Tour se vino un poco abajo, pero todo salió bien. El último día del Tour resultó muy duro para él».

Le define Haimar, que ha visto y ha compartido equipo con muchos corredores en su vida, como «una persona muy profesional, que lleva todo al detalle, muy organizado. Pasa mucho tiempo fuera de casa. Ahora vive en Mónaco pero durante muchos años residió en El Campello (Alicante), por lo que habla bastante castellano».

Ganador del Tour del Porvenir y del Circuito Montañes en 2007 «nació en el norte de Holanda, una zona llana, en la que pega mucho viento y hace mal tiempo. Ha buscado lugares para entrenar en los que haya montaña y eso le ha permitido defenderse en ese terreno. Le gusta llevar también la bicicleta al detalle. Está muy pendiente de los mecánicos para que se la pongan a su gusto. También con la alimentación es muy meticuloso. Está siempre muy fino, se cuida mucho y es un poco nervioso».

Es sabido que Mollema devora los libros, se lo lee todo y ni se sabe los que puede leer al cabo de un año: «En el Tour se ha leído seis libros. Está más pendiente de los libros que del teléfono. Se lee uno a la semana como mínimo. Lee en el autobús antes de ir a la salida, después de la etapa hasta que llegamos al hotel. Durante todo el año es igual. Siempre está con un libro en la mano. Yo le había visto leer mucho a Jens Voigt, pero lo de Bauke es exagerado. Lee en varios idiomas, en holandés, en inglés, en francés, novela, ficción... Le gusta todo tipo de lectura y también las biografías de exciclistas».

Le comentamos a Haimar que durante la rueda de prensa que ofreció en el salón de plenos del Ayuntamiento, no dejaba de comer bocadillitos. Haimar matiza que «come muchísimo. Tiene un metabolismo muy bueno que consume todo lo que ingiere. Come muy sano y sabe las propiedades que tiene cada alimento. Lo cuida mucho».

El usurbildarra ha conectado muy bien con el holandés. «En carrera es fácil llevarle y protegerle. Él pone mucho de su parte. Pocas veces mira para atrás. Se fía de quien le lleva. Lo que se dice en la reunión que hay en el autobús antes de la salida se cumple. Siempre está en su sitio para colocarle antes del puerto. Lo hace todo muy sencillo. No le gusta perder el tiempo en carrera. Para mear no suele parar, le gusta que le empujen. No es de los de echar pie a tierra».

Se entiende con él en inglés, «aunque maneja bastante bien el castellano y en el hotel pide todo sin problema. Ha aprendido bastante el idioma». Maniático también de visionar al límite los recorridos, Haimar comenta que «vio tres veces la bajada. Fuimos hasta Orio, bajamos Murgil, lo volvió a subir. Luego hizo el final hasta el Boulevard y ahí vio que podía tener sus opciones. Una vez de coronar arriba había una zona de llano que le venía muy bien».

Zubeldia también compartió equipo con Tony Gallopin, el vencedor en 2013: «Tenemos buena relación, pero es otro tipo de corredor, más joven. Tal y como está el final de la Clásica, quizá sea demasiado para él, aunque lo hizo muy bien. Cuando la ganó eran dos pasadas por Arkale. Es otro tipo de corredor muy diferente a Mollema, más parecido a la vieja usanza, se mueve por sensaciones, usa mucho las nuevas tecnologías».

Haimar realizó una buena Clásica, «aunque ese final es muy explosivo para mí. El Tour lo he terminado fresco. Sin tener que disputar la general es distinto, te ves con resistencia, no finalizas tan desgastado».

Llegó bien colocado

Josu Larrazabal (Orozko, 1981) también conoce muy bien a Bauke Mollema. Fue su director en la Clásica y es su preparador. Forjado en el equipo Euskaltel, Josu ha compartido muchas horas y muchos días con Mollema.

«Después de la decepción que tuvo en el Tour fue capaz de mantener la concentración y la motivación necesarias para llegar en buenas condiciones a la Clásica. A nivel físico no tenía problemas pero a nivel de moral, sí. Tiene la sensación él y también el equipo de que la herida que nos dejó el Tour se terminó por cerrar en San Sebastián».

Josu comentaba que «si soy sincero te podría decir que la charla fue parecida a la del año pasado. Podría haberla grabado y ponerla, porque fue calcada. Se trataba, entonces como ahora, de llevarle lo mejor colocado posible hasta la parte final. Con la experiencia que tiene y el estado de forma que traía del Tour, lo que había que hacer era sencillo. La diferencia es que en esta ocasión el estaba mucho mejor. Estaba bien colocado. El año pasado llegó a esa parte final en el segundo grupo y este, en el primero, y delante. Este año tenía mejores piernas».

Habla Josu de lo que le gusta y lo bien que le va la carrera a Bauke: «Quitando el triunfo de este año había estado en cuatro ocasiones entre los diez primeros. Sabíamos que podía ganar». Como corredor, Josu le ve como «un ciclista especial para vueltas de tres semanas, que sube bien, que es un escalador, que va bien contrarreloj. Las clasificaciones que ha hecho en las grandes muestran el tipo de ciclista que es. Lo que llama la atención es que también es explosivo en repechos cortos. Tiene muy buenos valores. No se acerca a la explosividad de Purito o Valverde, pero se defiende bien. En el Dauphiné, el día que ganó Herrada, hizo un último kilómetro muy bueno. Es un escalador con cierto punto de explosividad, que se defiende bien en las cronos».

Nos recuerda Josu que en la crono de la Vuelta al País Vasco de Oñati, que ganó Samuel Sánchez, «hizo segundo. Cuanta más dura sea la carrera, mejor».

En el apartado personal, Josu define a Bauke como «alguien particular. Tiene un punto introvertido, como buen holandés del norte de su país, una zona en la que sopla mucho viento y suele hacer frío. No es un corredor de muchas palabras, es sencillo para trabajar. Cuando llegó al equipo se integró rápido. Es muy fácil trabajar con él. Yo diría que es extremadamente profesional, te aporta ideas, cuida mucho los detalles. No es un corredor que se limite a reproducir los entrenamientos que le mandas. Analiza las cosas, tiene una opinión, pregunta».

Cada vez, más medios

Cuando llegó a Trek, a Josu Larrazabal le tocó hablar con él como responsable del trabajo de los preparadores del equipo: «Lo primero que le pregunté es si tenía preparador. me dijo que quería cambiar todo lo que había hecho hasta el momento. Tenía una mentalidad muy abierta al cambio. Le llevo yo los entrenamientos».

Lo que sí ha podido observar Josu es que «cada año va progresando. Le gusta llegar a las carreras con tiempo, para adaptarse en condiciones, poder entrenar, recibir masaje, descansar. Lo prepara todo con mimo. Ni siquiera lo que le pasó en el Tour le hizo cambiar de planes. Hizo el circuito final de la Clásica tres veces, estuvo con Haimar. Es sencillo y lleva su profesionalidad al límite».

Eso sí, la vida que lleva no es nada fácil, ni a nivel mental, ni tampoco físico: «Antes del Dauphiné estuvimos diecisiete días en Sierra Nevada. Desde allí se fue al Dauphiné, se marchó tres días a casa y luego se fue a Isola 2000, en Italia, al puerto de La Lombarda, de nuevo a altitud. Sobran dedos de una mano para contar los días que ha estado en su casa en cuatro meses. ¡Y yo con él! El equipo le manda un masajista o un osteópata y el preparador que soy yo, para controlar todo. Para estar al nivel que está hay que hacerlo así y no es fácil. Mentalmente también es duro».

Josu Larrazabal solo dirige a Trek «en las carreras de aquí, y poco más. Voy al Tour, a muchas pruebas, para controlar a los ciclistas desde el punto de vista físico y darles esos datos a los directores, que son los que les dirigen en carrera. Tenemos más medios que el año pasado y Trek los invierte en los ciclistas. Luca Guercilena, el manager de Trek, tiene muy claro ese trabajo».

También se encaga Josu del control de muchos jóvenes valores con los que ha estado en Orcieres-Merlette, en altitud: «Del grupo de chavales que teníamos nos quedamos con once y entre ellos, tres han pasado como 'stagiaires' (aprendices) hasta final de temporada. Es un proyecto abierto en el que puede entrar más gente».

Cerrará el año con 130 días fuera de casa y muchos de ellos han sido con Mollema, del que conoce su cuerpo a fondo.