Diario Vasco

CLÁSICA SAN SEBASTIÁN

Valverde y Purito, frente a frente

Momento de la salida en la Avenida de Tolosa.
Momento de la salida en la Avenida de Tolosa. / Lobo Altuna
  • clásica de san sebastián

  • Peter Sagan, Simon Gerrans, Philippe Gilbert y Greg Van Avermaet, las alternativas. El nuevo final marcará de una forma importante la manera de afrontar las subidas a Jaizkibel y Arkale, lejanas a la meta

Son un lujo de ciclistas que costará volver a ver en el ciclismo de este país. Sus características, similares, provocan que estén constantemente enfrentados en la carretera, lo que termina por generar fricciones y enfrentamientos dentro y fuera de la carretera. Los típicos calentones que en determinadas situaciones generan tensiones. Fueron compañeros de equipo en Caisse d'Epargne, con Eusebio Unzue de director, y precisamente esa forma de correr parecida es lo que le hizo a Purito Rodríguez tomar un camino diferente al que llevaba.

Uno podría recordar todas las movidas, deportivas, que han tenido. Desde las clasificaciones de la combinada y la regularidad en la última etapa de la Vuelta a España, pasando por lo sucedido en el mundial de Florencia. La Clásica de San Sebastián volverá a enfrentarles de nuevo con un final movido, exigente, en el que nos puede sobrar algún dedo de la mano para hablar de favoritos, siempre que la prueba mantenga un modelo normal de desarrollo cuando en la parte final hay una subida de dos kilómetros y medio con porcentajes del veinte por ciento de desnivel.

¿Por qué ese enfrentamiento? Más que los corredores -dos excelentes personas-, lo que influye de forma determinante son los equipos, así como las órdenes que llegan desde el coche, que hablan de no tirar, de «que trabaje él» y todas esas cuestiones que en un mundo como el del ciclismo terminan por crear vínculos que no siempre son sanos, propias de círculos en los que se mueven las mismas personas durante muchos años.

¿Pueden ganar Purito y Valverde la Clásica? Poder, pueden. Lo que ya no será tan fácil es que lleguen ellos solos a jugarse la victoria en el Boulevard. Los dos han analizado con mimo la parte final en coche, tanto la subida como la bajada, y son conscientes de que no pasarán muchos corredores juntos en cabeza por la cima del Bordako Tontorra.

Otra cuestión es cuántos serán capaces, si no ceden muchos metros, de unirse a ellos en la bajada. Nombres como los de Simon Gerrans, que ayer se afanaba en un descenso de Igeldo a tope, como intuyendo lo que le puede tocar hacer, Philippe Gilbert, al que si le llega ese repecho en su año mágico, 2011, habría sido imbatible, o Peter Sagan, a quien se le puede hacer un poco largos esos dos kilómetros y medio.

Hasta Greg Van Avermaet (BMC) podría entrar en esa lista tan selectiva. Todo lo que sea un corredor que se salga de esa reducida lista entraría de lleno en el capítulo de las sorpresas, de las grandes sorpresas. Cuando damos nombres de aspirantes al triunfo pensamos en una carrera que se decide en esa parte final. También podemos hablar del último ganador, Tony Gallopin, de Nicholas Roche, Michael Rogers, Romain Bardet, Van Garderen, Pierre Rolland, Bauke Mollema o Mikel Nieve.

Hablar de normalidad en ciclismo es una temeridad. Hay muchos corredores que sólo tendrán posibilidades si se mueven desde lejos. Con ese tipo de carrera, los equipos con aspirantes serios estarían obligados a trabajar y a dejarse un número importante de efectivos antes de tiempo. Deberían maniobrar para llegar a Bordako Tontorra bien situados, protegidos.

Todo dependerá de las ganas de plantear batalla de muchas de esas formaciones que no se sabe nunca si están en una carrera, puesto que normalmente sólo se dejan ver en la salida. Lo que está garantizada es una Clásica muy diferente a las de ediciones anteriores puesto que los condicionantes serán totalmente diferentes. Cuando se asegura la emoción en los dieciséis kilómetros finales se corre el riesgo de ver cómo la prueba se convierte en un rodar cada vez más intenso para ir debilitando corredores, lo que impide que se produzcan escapadas.

Desde la primera edición de la prueba, en 1981, las variaciones del trazado han sido numerosas, lo que ha propiciado situaciones muy distintas. Primero se subía Jaizkibel por Hondarribia, luego por Lezo, posteriormente se recurrió a Arkale, para terminar con dos subidas a Jaizkibel y otras dos a Arkale. El repecho de Miracruz es ineludible. Y seguimos igual.

Todo depende de los equipos, de sus ganas de moverse y romper un guión que parece escrito desde el mismo momento que se conoció la irrupción de una subida a Igeldo bellísima, dura, selectiva, pero también determinante. Uno de los mayores atractivos que podremos ver, junto al ganador, es cómo se maneja durante dieciséis kilómetros para despejar incógnitas un grupo con muchos nombres importantes.